Cascos de rocinantes
justicieros aplastando los desperdicios del cadáver de la miseria
Los huesos crujen tras el
paso quijotesco de una lanza empuñada
Sin clemencia ni perdón son
derribados los molinos sin vientos y sin almas
La lealtad no falla mientras
se busca las dulcineas en las azoteas, en las esquinas y bajo las camas
Huesos blancos y huesos
negros
Abismos de trueno,
estruendos de sueño
así cabalgan los sanchos sin panza y los quijotes sin locura.
Carlos Rodriguez
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