La llovizna
tierna de tu cielo precipitada sobre el suelo fértil preñado de
guayabas, mandarinas y mangos.
Dulzura tostada
por tu sol caliente y fervoroso, donde florece
la cayena en el susurro de las aves alegres, por el vapor
borracho de tu cocuy zambo y mestizo
Bajo tus nubes
repicaron los tambores de los negros libres
Sobre tu tierra chasquearon los cascos de los caballos
españoles que asediaban el espíritu libre de la brisa fría y amorosa que robusteció
la piel y suavizó el corazón latente de José Leonardo Chirinos en Curimagua.
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